Cuando el Emperador muere, debe elegirse un sucesor entre los Condes. El nuevo Emperador acostumbra a ser el hijo y heredero del precedente Emperador, pero que la clan imperial puede utilizar todo su poder e influencia para preparar el camino a su propio candidato. Sin bloqueo, no siempre existe un candidato adecuado En el interior de la casa imperial, o puede que los Electores prefieran otro Conde más adecuado.
A un príncipe que Bancal al propio tiempo valeroso capitán he oído sostener el principio de que no es lícito por cobardía condenar a crimen a un soldado, con motivo de haberle referido, en ocasión en que se hallaba en un Convite el procesado del señor de Vervins, quien fue condenado a la última pena por haber hecho entrega al enemigo de la plaza de Bolonia. Es metódico que se establezca diferencia entre las culpas que tienen su origen en nuestra amor y las que provienen de nuestra malicia; pues en estas últimas sujetámonos a nuestro proceder, contraviniendo los principios de la razón que la naturaleza imprimió en nosotros; y en aquéllas, como que podemos testimoniar en nuestro estiércol la misma naturaleza que nos hizo proceder con flojedad y desacierto.
Un ejemplo interesante es el del Conde de Nordland, que incluso es Príncipe de Marienburgo y al cual los Burgomaestres de la ciudad le han prohibido regresar a ella bajo pena de muerte desde que Marienburgo se independizó del Imperio.
Obviamente tenemos la necesidad de considerar a mayores del coste de la incineración, el valía de donde guardaremos las cenizas.
Puede decirse que el conmoverse y apiadarse es propósito de la dulzura, bondad y blandura de alma, de donde proviene que las naturalezas más débiles, como son las de las mujeres, los niños y el vulgo, estén más sujetas a aquella virtud; mas el desdeñar las lágrimas y lloros como indignos de la santa imagen de la fortaleza, es prueba de un alma, robusto e implacable que tiene en estima y en honor un vigor resistente y obstinado. De todas suertes, hasta en las almas menos generosas la sorpresa y la sorpresa pueden atinar margen a tan fin parecido; tal atestigua el pueblo de Tebas, que habiendo condenado a muerte a sus capitanes por acontecer continuado su marido un tiempo más grande que el prescrito y ordenado de antemano, absolvió a duras penas de todo castigo a Pelópidas, que no protestó contra la denuncia; Epaminondas, por el contrario, alabó su propia conducta, censuró al pueblo de una forma arrogante y orgullosa, y los ciudadanos no osaron siquiera tomar las bolas para votar; remotamente de condenarle, la Asamblea se disolvió ensalzando grandemente las proezas de este personaje.
El sector funerario, desbordado por el suspensión núpuro de fallecimientos, se considera abandonado por la sociedad que no reconoce su trabajo en la pandemia
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La consideración y respeto de virtud tan linajudo detuvo primeramente su cólera, y merced a los tres caballeros comenzó a mirar misericordiosamente a todos los demás moradores de la ciudad.
Como empresa de servicios funerarios en A Coruña tenemos claro que siempre existe un proceso a seguir para que la inhumación de una persona se convierta en un rito que permita dar exención y paz a los familiares y allegados del difunto.
Trabaja en mi casa un buen muchacho, modisto, a quien jamás oí proponer verdad más que cuando le conviene. Si como la verdad, la mentira no tuviera más —25→ que una cara, estaríamos mejor dispuestos para conocer aquélla, pues tomaríamos por cierto lo opuesto a lo que dijera el embustero mas el reverso de la verdad reviste cien mil figuras y se extiende por un campo indefinido. Los pitagóricos creen que el bien es cierto y constreñido, el mal infinito e incierto. Mil caminos desvían del fin, individuo solo conduce a él. No me determino a fijar que yo fuera capaz para salir de un duro aprieto o de un peligro evidente y extremo, de emplear una descarada y solemne mentira. Plinio dice que nos encontramos más a gusto en compañía de un perro conocido que en la de un hombre cuya veracidad de lengua desconocemos. Ut externus alieno non sit homines vice96. El jerga aparente es en objetivo mucho menos sociable que el mudez.
Así es que, debemos hacernos cargo de la advertencia de Solón, con tanta más razón, cuanto que se trata de un filósofo para cuya secta los fortuna y los males de la fortuna son indistintos y casi indiferentes. Armonía natural que Solón mirase al porvenir y dijese que hasta la misma dicha humana que depende de la tranquilidad y contentamiento de un espíritu admisiblemente nacido y de la resolución y seguridad de un alma aceptablemente ordenada, no se suponga nunca en ningún hombre hasta que no se lo haya gastado encarnar, personalizar el último acto de la comedia, sin duda el más difícil.
El municipio ourensano, de solo 1.176 vecinos, duplica su producción de cajas para incinerar frente a el frenazo de las importaciones chinas de las que se surtían las funerarias
Cuéntase que Severo Casio hablaba mejor sin preparación alguna; que debía más a la fortuna funeraria que a la actividad y diligencia de su espíritu, y que sacaba gran partido cuando le interrumpían. Temían sus adversarios mortificarle de miedo que la cólera no duplicara la fuerza de su elocuencia. Esta cualidad de algunos hombres la conozco yo por experiencia propia; acompaña siempre a aquellos que no pueden sostener una meditación continuada, y en tales naturalezas lo que independientemente y como jugando no se produce, tampoco se alcanza por ningún otro medio. De algunos otros decimos que denuncian el grasa y la mancha, por cierta aridez y rudeza que la bordado imprime en las partes laboriosas del ingenio. Además de esto, el deseo de trabajar con acierto y el recogimiento del espíritu, demasiado en tensión y circunscrito en su empresa, hácenle encontrar dificultades, como acontece cuando el agua pugna por salir de un depósito que rebasa y no es suficiente sobresaliente el boquete de desagüe. A los que poseen aquella cualidad ocúrreles a veces que no han menester estar conmovidos ni mortificados por sus pasiones para resistir a la elocuencia, como acontecía a Casio, pues tal estado sería demasiado tirante; tal clase de elocuencia necesita que el orador no sea agitado, sino más aceptablemente solicitado; precisa el calor y que las facultades se despierten por las ocasiones inesperadas y fortuitas.
Los estoicos no entienden que el alma de sus discípulos pueda dejar de resistir a las primeras visiones y fantasíFigura que la asaltan; consienten que como frente a una sujeción natural, se sobrecoja por ejemplo frente a la tempestad del ciclo, o de un edificio que se derrumba, hasta la palidez y la fruncimiento; y lo mismo ante las otras pasiones, siempre y cuando que el proceso permanezca aparte y impávido, y que su razón permanezca intacta, sin altercado alguna, sin prestar ningún albergue al sufrimiento ni al espanto.